Querer algo demasiado
Hemos aprendido que como persona ambiciosa no puedes rendirte nunca para lograr tus objetivos. A veces ser débil es la mejor opción para salir de manera reforzada.
Cuando quieres algo tienes que luchar por ello. Tienes que darlo todo para llegar a tu objetivo. No puedes rendirte nunca. Hay que estar constantemente en movimiento para no quedarse parado. Dolor y quejarse es para perdedores. Tú tienes mentalidad de ganador.
Probablemente de esta u otra forma ya te he transmitido el mensaje en este blog y de forma muy parecida ya lo habrás leído en otro sitio. Sigo creyendo en estas palabras pero es importante hacer matices. Puedes cumplir con todos los requerimientos básicos para tener éxito: tienes capacidad de sufrimiento, eres currante, no te quejas nunca, eres optimista, etc.
Todos esos factores con contraproducentes si quieres algo demasiado. Si acabas de conocer un chico o una chica y no paras de enviarle mensajes por Whatsapp, Facebook, Twitter, etc. puedes llegar a convertir una buena primera impresión en la de un/a lunático/a.
A un cliente que le acabas de enviar una propuesta no puedes perseguirle cada 24 horas. Tienes que darle el tiempo para que estudie tu oferta para evitar que la rechace sin mirarla para deshacerse de tus constantes llamadas y mails.
Tu start-up puede que ya esté acabada pero tú sigues luchando porque piensas que rendirse significaría fracasar. A mí un día un inversor de Coguan me dijo. “Estás malgastando tu talento”. No me había dado cuenta todavía que estaba montado encima de un caballo muerto.
Querer algo demasiado no te permite reflexionar. Hace que quieras forzar las cosas aunque todavía no hayan madurado lo suficiente. Te hace tener la falsa creencia que tirar la toalla significa el final del mundo cuando en realidad te permite empezar desde cero.
Permítete ser débil de vez en cuando. Te hará más fuerte.
La verdad es que hoy me hacía falta leer algo así.
Querer algo demasiado ahoga el verdadero motivo de la lucha y puede hasta nublar tus objetivos.
La pasión es maravillosa, sí, pero en pequeñas dosis 🙂
Un abrazo!