Nuestras mejores excusas y lo que deberíamos haber dicho en realidad

“Se lo ha comido el perro” o “no había lápiz en casa” son dos de las mejores excusas si tienes entre 6-12 años. Cuando te haces mayor la cosa no mejora mucho. Es más, las excusas son peores y pierden mucho en originalidad.

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1. Tú: “no tenía tiempo”. Mejor: “no era mi prioridad”.

2. Tú: “no es mi culpa”. En realidad: “no me gusta asumir responsabilidad”.

3. Excusa: “no le veía posibilidades”. Piensas: ” No tenía ganas”.

4. Tú: “no me sentía bien”. Pero en realidad: “no era para tanto pero me ha venido perfecto”.

5. Tú: “no he tenido suerte”. A ver… “bueno, lo he probado una vez y después me he rendido”.

6. Dices: “he hecho todo lo que podía”. Pero sabes: “esforzarse no es lo mío”.

7. Dices: “no sé”. Más honesto: “no me interesa”.

8. Tú: “no me lo ha dicho nadie”. Tu problema: “no he preguntado a nadie”.

9. Dices: “sé que la próxima vez lo puedo hacer mejor”. Sabes que: “no te puedo garantizar nada”.

10. Excusa: “siempre se ha hecho así”. Siendo honesto: “sé que no funciona pero tampoco hacemos nada para cambiarlo”.

Todos tenemos momentos débiles. Las excusas se escapan rápidamente. Supuestamente nos protegen. En ocasiones puede ser una mejor decisión ser honesto. Prefiero que alguien me diga que no ha tenido ganas (cosa que es totalmente humana) a que me mienta a la cara. Todos sabemos que si dijéramos siempre la verdad podríamos tener problemas con nuestro jefe, pareja, cliente, etc. Ser honesto es doloroso pero nos obliga ser una mejor versión de nosotros mismo para no utilizar las excusas como escudo personal.